27.6.08

De pasada por Rosario


Rosario.
Rosario siempre estuvo cerca decía Fito Páez,
pero sólo uno de nosotros cuatro la conocía.
Remontándonos al viernes,todo comenzó muy tarde por culpa de un roto corazón amigo.
Sin recital y con cansancio de mucha primavera y poco calorcito, partimos hacia el pueblo de los autos tuneados y el daikiri de frutilla de lata del año 30.
Dormimos en el siempre fiel Lagartos.
Arrancamos el sábado (no muy temprano) hacia la tierra prometida…
Allí, todo lindo, todo pintoresco, todo por descubrir.
Todo menos los baños.
La gente bárbara; la arquitectura increíble; la compañía inmejorable.
La asidua búsqueda de un hospedaje digno; nuestra Lola Mora; el club de pesca con buen pescado a la parrilla, Pumas, gorda opinadora con pantalones amarillos y dos botellitas de tinto que convirtieron una tarde fría, en netamente espirituosa.
El boulevard Oroño nos esperaba cerca, muy cerca, como Rosario.
Terminamos el día habitúes del bar El Cairo, lleno de histórica poesía, y fanáticos del gran monumento a la bandera.
El domingo con sol y con mucho brío, desayunamos mientras alguno de los chicos hacía negocios con Buenos Aires, Nueva York o Adrogué… No me quedó muy claro.
Al atardecer el río y su costanera, nos llenaron de amor a todos y marchando hacia nuestra urbe, dejando atrás a la maravillosa Rosario que nos dio lo que nos había prometido y mucho más, e hizo valer en exceso toda la esperanza que teníamos puesta en ella.
Como conclusión: una caña de pescar sin uso, habitación compartida sin sexo ni fiesta loca, menos tiempo que el necesario para conocer la ciudad profundamente, El Visitante agotado en todas las librerías… y el grupo perfecto para el mejor de los viaje.

Manifiesto romántico

Hay que ser románticos.
Románticos porque el romanticismo nos conecta con la vida.
Esto nos convierte en seres libres. Libres de elegir desde el amor.
La auténtica libertad de disfrutar de las cosas.
De todas las cosa, desde la más chica
hasta la que nos llena de profundo amor el corazón.
Elegir. Elegir tratar de hacer las cosas bien para saturarnos de alegría.
Hacer las cosas sin molestar a nadie, respetando lo más posible al otro, al mundo,
al mundo del otro también.
Creer en los valores; los valores emocionales, los valores sociales y los valores culturales.
¡Por eso hay que ser románticos!
Hay que tomarse la vida con responsabilidad y con respeto hacia los demás y hacia nosotros mismos.
Divirtiéndose al máximo. Armonizando, sin modificar nuestra esencia.
Esté o no de moda. Se use o no se use.
Usemos ser así. Ser lo más auténticos posible.
Simplemente ser seres que se conectan con lo maravilloso, con el vuelo y con la imaginación, sin despegar por esto los pies de la tierra. Sin perder la conciencia de que vivimos en comunidad y que nuestros actos muchas veces involucran a otros.
Sin creer que somos más originales por no saber que vamos a hacer mañana, que vamos a hacer en la próxima hora.
Que ser cool, ser diferente, ser excéntricas, no nos mueva ni un pelo si esto conlleva la liviandad del no compromiso.
Disfrutar de las formas. Las formas bellas, coloridas, perfumadas; pero que sean con fondo.
No quedarse con esquemas sin contenido.
El contenido, el concepto, es lo que sostiene el todo,
lo que sostiene al ser.
¿Y saben qué?
No hay que conformarse con lo que hay.
Hay que seguir insistiendo con el tema.
Hay que perseguir la utopía de un mundo mejor.
(O aunque sea, la de un mundo menos peor).
¡Hagamos una nueva revolución!
La REVOLUCIÓN DEL AMOR.

…estamos trabajando para eso.